Publicado en la revista "Por Cuenta Propia" de Azuqueca de Henares, en septiembre de 2006
Es triste que tengamos que recurrir a especialistas extranjeros para encontrar reconocimiento alguno a uno de los elementos más importantes de nuestro patrimonio histórico provincial, pero es mucho más triste aún, que a pesar de haber sido foco de uno de los incendios más demoledores de la Historia de nuestro país, la Cueva de Los Casares sea aun desconocida para la inmensa mayoría, no sólo de los españoles, sino también, y esto tiene mayor delito, para la mayoría de los habitantes de la provincia de Guadalajara.
Situada en el término municipal de Riba de Saelices fue el arqueólogo Juan Cabré Aguiló quien ya en 1934 nos dio a conocer una de las más notables colecciones de grabados de Arte Paleolítico que existen en la Península. En sus entrañas esconde figuras, a veces muy reales y otro algo esquemático como es propio de este tipo de Artes, que representan a los hombres y los animales que habitaban nuestra provincia hace más de 22.000 años. Recorriendo sus más de 260 metros de galerías observaremos la mayor representación de antropomorfos, ello es de hombres, que existe dentro del Arte Paleolítico; concretamente una veintena. Estas figuras nos dan pistas sobre los usos y costumbres de los hombres que habitaron nuestra provincia en la conocida Edad de Hielo. Son famosas las representaciones del “Nadador” y de la “Venus de Los Casares”, figuras donde se nos muestra la importancia que el ser humano daba por aquel entonces a la naturaleza y a la fecundidad, convirtiéndolas en sus principales objetos de culto.
Sin embargo lo excepcional de sus grabados es la numerosísima representación de animales, algunos ya extinguidos, que poblaron sus cercanías en una época conocida por el dominio del hielo sobre la tierra. Mamuts, rinocerontes lanudos, grandes felinos, caballos, ciervos, uros, nutrias y hasta un glotón, animal que aún pervive y que podemos encontrar en las regiones más septentrionales del globo, cercanas al Círculo Polar Ártico, aparecen en sus paredes, como si el grabador que las hizo, conocedor de una sabiduría tal que pronosticara la posibilidad de su extinción, hubiese querido mostrárnoslas en exclusividad en un futuro lejano.
Desde luego, uno de los perfiles que más llama la atención del espectador es el del “Glotón”. Esta silueta, situada en el seno C, a escasos centímetros del suelo y en perfecto estado de conservación, es uno de los elementos de la cueva que más líneas de tinta ha hecho correr en los círculos prehistóricos, sobre todo por la polémica que suscita su interpretación. Sin ir más lejos, el catedrático de prehistoria de la Universidad de Alcalá de Henares D. Rodrigo de Balbín, profesor mío durante mis años de facultad y con el que tuve el placer de charlar en los cursos que la UNED ha realizado en Cangas de Onís en el verano de 2007, me afirmaba que esta figuración no es un glotón, sino posiblemente un oso. Incluso, estudios como los que Jesús F. Jordá Pardo y Jesús Ángel García Valero publicaron en 1989 sobre las representaciones de glotón en el arte paleolítico incrementan su importancia, derivada sobre todo de la escasez de figuraciones que se han encontrado de este animal tanto en las paredes de una cueva como impresas en elementos de arte mobiliar del mundo.
En fin, podríamos estar horas y horas decribiendo los abundantes grabados de la Cueva, pero lo que verdaderamente merece la pena es sentir la emoción que uno percive al visitarla. Es como abrir una pequeña ventana en nuestro pasado más lejano y observar a nuestros antepasados envueltos en gruesas pieles, agazapados para protegerse de temperaturas muy inferiores a los 0ºC, acechando cautelosamente a las manadas de gigantescos mamíferos que cruzan el valle, preparados para la emocionante caza que luego contarán a sus hijos y que, ya ancianos, observarán inmortalizados en las paredes de esos “santuarios” que eran sus cuevas.
Te recomiendo pues, lector, que contactes con el señor Emilio Moreno, guía y estudioso de la cueva, que te cites con él de inmediato y que te dejes guiar por sus explicaciones. ¿Qué como puedes hacerlo? Es muy fácil, visita la página Web que la Agrupación de Amigos de la Cueva de los Casares tiene en Internet y allí encontrarás todo tipo de información. Apunta: http://www.usuarios.lycos.es/loscasares. Te aseguro que no te arrepentirás.
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Es triste que tengamos que recurrir a especialistas extranjeros para encontrar reconocimiento alguno a uno de los elementos más importantes de nuestro patrimonio histórico provincial, pero es mucho más triste aún, que a pesar de haber sido foco de uno de los incendios más demoledores de la Historia de nuestro país, la Cueva de Los Casares sea aun desconocida para la inmensa mayoría, no sólo de los españoles, sino también, y esto tiene mayor delito, para la mayoría de los habitantes de la provincia de Guadalajara.
Situada en el término municipal de Riba de Saelices fue el arqueólogo Juan Cabré Aguiló quien ya en 1934 nos dio a conocer una de las más notables colecciones de grabados de Arte Paleolítico que existen en la Península. En sus entrañas esconde figuras, a veces muy reales y otro algo esquemático como es propio de este tipo de Artes, que representan a los hombres y los animales que habitaban nuestra provincia hace más de 22.000 años. Recorriendo sus más de 260 metros de galerías observaremos la mayor representación de antropomorfos, ello es de hombres, que existe dentro del Arte Paleolítico; concretamente una veintena. Estas figuras nos dan pistas sobre los usos y costumbres de los hombres que habitaron nuestra provincia en la conocida Edad de Hielo. Son famosas las representaciones del “Nadador” y de la “Venus de Los Casares”, figuras donde se nos muestra la importancia que el ser humano daba por aquel entonces a la naturaleza y a la fecundidad, convirtiéndolas en sus principales objetos de culto.
Sin embargo lo excepcional de sus grabados es la numerosísima representación de animales, algunos ya extinguidos, que poblaron sus cercanías en una época conocida por el dominio del hielo sobre la tierra. Mamuts, rinocerontes lanudos, grandes felinos, caballos, ciervos, uros, nutrias y hasta un glotón, animal que aún pervive y que podemos encontrar en las regiones más septentrionales del globo, cercanas al Círculo Polar Ártico, aparecen en sus paredes, como si el grabador que las hizo, conocedor de una sabiduría tal que pronosticara la posibilidad de su extinción, hubiese querido mostrárnoslas en exclusividad en un futuro lejano.
Desde luego, uno de los perfiles que más llama la atención del espectador es el del “Glotón”. Esta silueta, situada en el seno C, a escasos centímetros del suelo y en perfecto estado de conservación, es uno de los elementos de la cueva que más líneas de tinta ha hecho correr en los círculos prehistóricos, sobre todo por la polémica que suscita su interpretación. Sin ir más lejos, el catedrático de prehistoria de la Universidad de Alcalá de Henares D. Rodrigo de Balbín, profesor mío durante mis años de facultad y con el que tuve el placer de charlar en los cursos que la UNED ha realizado en Cangas de Onís en el verano de 2007, me afirmaba que esta figuración no es un glotón, sino posiblemente un oso. Incluso, estudios como los que Jesús F. Jordá Pardo y Jesús Ángel García Valero publicaron en 1989 sobre las representaciones de glotón en el arte paleolítico incrementan su importancia, derivada sobre todo de la escasez de figuraciones que se han encontrado de este animal tanto en las paredes de una cueva como impresas en elementos de arte mobiliar del mundo.
En fin, podríamos estar horas y horas decribiendo los abundantes grabados de la Cueva, pero lo que verdaderamente merece la pena es sentir la emoción que uno percive al visitarla. Es como abrir una pequeña ventana en nuestro pasado más lejano y observar a nuestros antepasados envueltos en gruesas pieles, agazapados para protegerse de temperaturas muy inferiores a los 0ºC, acechando cautelosamente a las manadas de gigantescos mamíferos que cruzan el valle, preparados para la emocionante caza que luego contarán a sus hijos y que, ya ancianos, observarán inmortalizados en las paredes de esos “santuarios” que eran sus cuevas.
Te recomiendo pues, lector, que contactes con el señor Emilio Moreno, guía y estudioso de la cueva, que te cites con él de inmediato y que te dejes guiar por sus explicaciones. ¿Qué como puedes hacerlo? Es muy fácil, visita la página Web que la Agrupación de Amigos de la Cueva de los Casares tiene en Internet y allí encontrarás todo tipo de información. Apunta: http://www.usuarios.lycos.es/loscasares. Te aseguro que no te arrepentirás.
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