Publicado en la revista "Por Cuenta Propia" de Azuqueca de Henares, en octubre de 2007
Las mujeres, bendecidas por el anciano que dirige la ceremonia, forman un corro y van danzando al son de los cantos dirigidos a Dios, para pedirle fecundidad:
-¡Oh, Dios, concédeles niños a las mujeres! ¡Oh, Dios, concédenos la vida a nosotras que creemos en ti. La vida danos a nosotras! ¡Acoge a tus hijos sobre tus rodillas. Lleva a tus niños sobre tus espaldas!
¡Oh, Dios, bendícelas a todas!¡ Oh, Dios, concédeles la dulzura de la maternidad!¡Oh, Dios, bendícelas con el perfume de ser madres!¡Oh, Dios, acógenos y métenos en tu vientre!
Olamal Loo Nketuaak, ritual Masai
Cuando hablo de “escenificación” hago referencia a la técnica que un artista del Paleolítico utiliza para representar en la pared, con finalidad docente, una escena natural. El autor usaba las pinturas o grabados como símbolos para comunicarse. Es el arte como lenguaje de comunicación que defienden los estructuralistas y, evidentemente, esto es lo que nos encontramos en la Cueva de Los Casares: toda una serie de grabados realizados con el propósito de enseñar.
Los estructuralistas, como André Leroi-Gourhan, entienden la cueva como una estructura, un gran santuario donde todo lo representado tiene un sentido, un lenguaje, un símbolo. De esta forma los trazados existentes en la boca de la cueva nada tenían que ver con los más recónditos del fondo. Es más, las figuras plasmadas en torno a la entrada o zonas de paso, tenían como función ser vistas y analizadas constantemente por todos los miembros del clan, ya que la tribu solía desarrollar su estancia diaria en las zonas más exteriores de la cueva, adentrándose solo en su interior cuando arreciaba el frío invierno. Por ello no es difícil comprender que los grabados que mayor sentido dan a la interpretación de Los Casares como “Santuario a la Fecundidad” se encuentren en el Seno A, originariamente sala de paso hacia las entrañas de la cueva y que en la actualidad es el lugar más próximo a la abertura natural, taponada con el devenir de los años. ¿Encontraríamos más grabados si excavásemos y descubriésemos la entrada de la cueva? ¡Seguro que con toda probabilidad!
En el panel principal de la Sala A, situado a nuestra izquierda si accediésemos por la entrada original, documentamos un conjunto de figuras, grabadas a punzón y buril, que parecen tener relación conforme interpretamos su lectura. Son un total de cuatro escenas, expuestas de izquierda a derecha, con trazos que en su mayoría son contemporáneos y realizados con la misma herramienta, si atendemos al grosor de su incisión. No obstante, si el lector desea profundizar en aspectos más técnicos y científicos, le invito a leer el estudio que la Agrupación de Amigos de la Cueva lleva a cabo en la obra “Grabados de la Cueva de Los Casares”, publicado por AACHE ediciones, y el libro editado por Rayuela "Investigaciones en las Cuevas de Los Casares y de la Hoz (1934-1941)" de Juan Cabré Aguiló y Mª Encarnación Cabré Herreros. Yo, tan sólo, me detendré a explicar a continuación el significado de cada una de las escenas:
- Escena I o Rito chamánico del coito. Esta escena escenifica un coito entre una pareja de antropomorfos iniciados, presidido por un desproporcionado falo. El antropomorfo masculino gira su cabeza hacia el chamán, cubierto con una máscara de mamut, para seguir las instrucciones propicias a la danza. Hacia la izquierda del chamán aparece un ideado antropomorfo fálico, que bien pudiera derivar de la plasmación del trance chamánico.
- Escena II o Alumbramiento. Tras el coito viene el alumbramiento, señalado por un antropomorfo femenino con línea estomacal abombada, con una dudosa cabeza de antropomorfo minúscula que sale debajo del vientre, acompañado de una figura con forma de vulva totalmente abierta situada a la espalda, todo ello superpuesto a una silueta con forma de yegua preñada.
- Escena III o El Pescador. Una vez llegado el alumbramiento, es función del hombre cuidar de la pareja, cazando o pescando alimentos en el cercano río. El calco representa a un antropomorfo masculino lanzándose, literalmente, de cabeza a un río repleto de peces.
- Escena IV o Rito del Agua y Vida. Cuando el nacido es lo suficientemente mayor, se da paso a un segundo ritual, donde el niño es introducido en el agua, bien para enseñarle a pescar, bien porque el agua simboliza la vida. El grabado representa a la pareja de antropomorfos sumergiendo a su hijo bajo el nivel del río.
La función docente que posee la escenificación de Los Casares está perfectamente clara: nada para el clan es tan fundamental como la supervivencia y la propia reproducción de sus individuos. De ahí la importancia del ritual, por eso señalizar la escena en un lugar estratégico de la cueva, un sitio de paso hacia el interior, frecuentado por todos los miembros. Todavía hoy existen sociedades vivas de cazadores-recolectores con las que podemos trenzar un paralelo etnográfico a la hora de estudiar rituales similares. La tribu africana de los masai, protagonista del texto del principio, es uno de los muchos ejemplos.
Los estructuralistas, como André Leroi-Gourhan, entienden la cueva como una estructura, un gran santuario donde todo lo representado tiene un sentido, un lenguaje, un símbolo. De esta forma los trazados existentes en la boca de la cueva nada tenían que ver con los más recónditos del fondo. Es más, las figuras plasmadas en torno a la entrada o zonas de paso, tenían como función ser vistas y analizadas constantemente por todos los miembros del clan, ya que la tribu solía desarrollar su estancia diaria en las zonas más exteriores de la cueva, adentrándose solo en su interior cuando arreciaba el frío invierno. Por ello no es difícil comprender que los grabados que mayor sentido dan a la interpretación de Los Casares como “Santuario a la Fecundidad” se encuentren en el Seno A, originariamente sala de paso hacia las entrañas de la cueva y que en la actualidad es el lugar más próximo a la abertura natural, taponada con el devenir de los años. ¿Encontraríamos más grabados si excavásemos y descubriésemos la entrada de la cueva? ¡Seguro que con toda probabilidad!
En el panel principal de la Sala A, situado a nuestra izquierda si accediésemos por la entrada original, documentamos un conjunto de figuras, grabadas a punzón y buril, que parecen tener relación conforme interpretamos su lectura. Son un total de cuatro escenas, expuestas de izquierda a derecha, con trazos que en su mayoría son contemporáneos y realizados con la misma herramienta, si atendemos al grosor de su incisión. No obstante, si el lector desea profundizar en aspectos más técnicos y científicos, le invito a leer el estudio que la Agrupación de Amigos de la Cueva lleva a cabo en la obra “Grabados de la Cueva de Los Casares”, publicado por AACHE ediciones, y el libro editado por Rayuela "Investigaciones en las Cuevas de Los Casares y de la Hoz (1934-1941)" de Juan Cabré Aguiló y Mª Encarnación Cabré Herreros. Yo, tan sólo, me detendré a explicar a continuación el significado de cada una de las escenas:
- Escena I o Rito chamánico del coito. Esta escena escenifica un coito entre una pareja de antropomorfos iniciados, presidido por un desproporcionado falo. El antropomorfo masculino gira su cabeza hacia el chamán, cubierto con una máscara de mamut, para seguir las instrucciones propicias a la danza. Hacia la izquierda del chamán aparece un ideado antropomorfo fálico, que bien pudiera derivar de la plasmación del trance chamánico.
- Escena II o Alumbramiento. Tras el coito viene el alumbramiento, señalado por un antropomorfo femenino con línea estomacal abombada, con una dudosa cabeza de antropomorfo minúscula que sale debajo del vientre, acompañado de una figura con forma de vulva totalmente abierta situada a la espalda, todo ello superpuesto a una silueta con forma de yegua preñada.
- Escena III o El Pescador. Una vez llegado el alumbramiento, es función del hombre cuidar de la pareja, cazando o pescando alimentos en el cercano río. El calco representa a un antropomorfo masculino lanzándose, literalmente, de cabeza a un río repleto de peces.
- Escena IV o Rito del Agua y Vida. Cuando el nacido es lo suficientemente mayor, se da paso a un segundo ritual, donde el niño es introducido en el agua, bien para enseñarle a pescar, bien porque el agua simboliza la vida. El grabado representa a la pareja de antropomorfos sumergiendo a su hijo bajo el nivel del río.
La función docente que posee la escenificación de Los Casares está perfectamente clara: nada para el clan es tan fundamental como la supervivencia y la propia reproducción de sus individuos. De ahí la importancia del ritual, por eso señalizar la escena en un lugar estratégico de la cueva, un sitio de paso hacia el interior, frecuentado por todos los miembros. Todavía hoy existen sociedades vivas de cazadores-recolectores con las que podemos trenzar un paralelo etnográfico a la hora de estudiar rituales similares. La tribu africana de los masai, protagonista del texto del principio, es uno de los muchos ejemplos.
4 comentarios:
Excelente interpretación de un ritual ancestral pero perfectamente vivo en la actualidad
como mola la antropología... y que interesante como plasmaban actos importantes dibujandolo.
un abrazo juanan! interesantisimos textos.
Hola profe!
Bueno soy tu alumna de 1º A Raquel que te prometi un comentario y bueno aqui lo tienes. Esta muy interesante la pagina, da mucha informacion y atrae bastante je,je!
Bueno, un saludo.
ola!!!soy leticia, me dijo mi hermana que me metiera a esta página que es tuya y esta muy bien, me a gustado mucho, sigue asi y llegarás muy alto que te lo mereces . un beso muy fuerte. no te olvides de priego jeje ni de tus exalumnos
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